Buenas a todo el mundo y bienvenidos a esta nueva entrada del blog de Explora Natura. Hoy queremos conmemorar el Día Internacional de las Abejas, uno de los insectos más importantes en nuestro planeta.

Tal es su importancia, que se dice que el día que desaparezcan las abejas de la Tierra, será el momento en el que empiece la cuenta atrás para la extinción de la especie humana.

Queremos empezar hoy con un artículo publicado hace ya unos años, en el diario La Vanguardia, escrito por A. P. Foriscot. Dice así:

«Existe en Australia, y creo que en otros países, un singular pajarito. Un pajarito vestido con oscuras plumas. Si se posa sobre el suelo nadie repara en él, pues su color se parece mucho al de la tierra. No posee sino una muy delicada vocecita, con la que modula su insistente llamada para atraer la atención de los llamados buscadores de miel.

Me parece que en Australia, mucho tiempo atrás, había unos hombres que se dedicaban a recorrer los bosques vírgenes buscando entre los huecos de los troncos de los árboles la ignorada colmena natural cobijo del enjambre de abejas, con su ciudad de paneles repletos de miel. Aquel singular pajarito al que venimos refiriéndonos, gritando y yo-. ¡anclo de aquí para allá guiaba a los buscadores de miel hasta el pie mismo del gigantesco eucalipto donde las abejas habitaban y donde custodiaban sus almacenes de dulzuras.

El rastreador de enjambres silvestres era guiado hasta allí por el oficioso pajarito. Saqueada la colmena, unos trozos de rezumantes brescas eran dejadas sobre el terreno en calidad de pago por los buenos servicios del pajarillo guía, que es un goloso y al cual yo no admiro. No; me resulta un poco antipático.

Retrocediendo en la historia un tiempo, nos enteramos de que el rey de la Creación, el hombre, ya por entonces industrioso comenzaba o conocer mucho respecto a la vida y costumbres de las abejas. Iba poco a poco discerniendo entre lo fabuloso y lo real en la observación de la biología del enjambre. El hombre empezaba a sistematizar y a sacar agua clara. En aquella remota época ya Sahin el hombre que para el sustento de las abejas, para que éstas hallasen terreno favorable y explotable, las colmenas habían de ser asentadas a sotavento de cierzo o tramontana. En ameno lugar, al fondo de los valles, de cara al solano o mediodía, y donde hubiese abundante vegetación de fango/a, salvia, yedra… La retama era mirada con malos ojos, pues daba una mediocre calidad de miel. También era rechazado el boj. Era condición deseable la cercanía de algún arroyo, de alguna corriente de agua fresca y pura de la que las abejas hacen mucho consumo.

Las mejores colmenas, alojamiento artificial de las abejas, eran las de corcho, armadas con la esponjosa corteza del alcornoque. El agujero en la pared de la colmena, y por donde entraban y salían las abejas había de ser pequeño, para que no penetrase el filo. Aconsejábase que las abejas fuesen menudas, largas, no pilosas, doradas, relucientes y destellantes como el oro.

El poeta Virgilio, el de las «Georgicas’, y pese a sus fantasías, fue un magistral apicultor. «El colmenero divino» se titula este auto sacramental. de Lope de Vega. No lo he leído. Pero el título me gusta. Y el tema, que me imagino.

COLETILLA.— Ya hace años que no ando yo entre las abejas. Pero persiste viva mi afición a las mismas. — A. P. FORISCOT

Esperamos que os haya gustado esta pequeña historia, homenaje a nuestras queridas ayudantes en tantos aspectos de la vida. Y por supuesto, celebra con Explora Natura el Día Internacional de las Abejas.