Aprender en la naturaleza permite activar una serie de mecanismos en los niños que permiten un desarrollo cerebral más completo y que les ayudará en su aprendizaje futuro.

En este post explicamos de manera general los beneficios de aprender en la naturaleza. El aprendizaje comienza en el momento en que una persona nace. Aprender es un proceso natural e instintivo que nos ayuda a mantener la vida. Es imprescindible para que tanto el individuo como la especie sobreviva. ¡Aprender es la necesidad más vieja del mundo! Es una necesidad como comer, beber o relacionarse.

El aprendizaje ya existía en los seres unicelulares, hace al menos 3.000 millones de años. Aprender conlleva un proceso que ha ido haciéndose más complejo con la evolución.
Un caracol, por ejemplo, posee una maquinaria neuronal con la que aprende a distinguir en su entorno lo que es bueno (un trozo de comida) de lo que es malo (una sustancia tóxica). Es el mecanismo responsable de la adaptación al medio ambiente y la supervivencia.

Algunas aves han aprendido a hacerse las cojas para atraer a los depredadores, desviando la atención de éstos sobre sus polluelos y así salvar a su prole.

Aprender en la naturaleza

Quien tenga un perro conoce que en cuanto coges su plato de comida se pone a dar saltos de alegría y te quiere más que nunca o que reconoce perfectamente las órdenes para salir a la calle o tu tono de voz para jugar.

Todos los seres vivos comienzan a aprender de la naturaleza, de su entorno, de modo espontáneo. Un niño, por la única existencia de su curiosidad, está aprendiendo continuamente. Los niños, son como esponjas que reciben del exterior toda la información y la procesan mucho más rápido que un adulto. Por eso, es tan importante el entorno del desarrollo de un niño en sus primeros años de vida. Esto, condicionará el resto de sus aprendizajes, su personalidad, sus capacidades; y en definitiva su vida.

El potrillo recién nacido intenta ponerse de pie en solo unos minutos, y lo hace aprendiendo de la realidad que pisa. El contacto directo con el mundo físico es imprescindible para que se dé el aprendizaje. Se aprende aprendiendo: una vez puesto de pie, cualquier cachorro aprende que no debe correr por la pradera, expuesto a depredadores, y se mantiene cerca de su madre que lo protege. Eso es aprendizaje y es el proceso que todos seguimos para aprender a vivir.

El niño también debe aprender en la naturaleza, de modo directo, cómo es el mundo, saliendo más de las aulas, tal y como se está poniendo de manifiesto en los estudios que están realizando en los últimos años, como en este trabajo realizado por profesorado de la Universidad de Jaén. Está comprobado que el aprendizaje por descubrimiento es un aprendizaje significativo. Es decir, aprende, aquel que se ha hecho preguntas, ha errado, ha descubierto de nuevo, ha elaborado hipótesis, y finalmente se le ha quedado impregnado en su ser un aprendizaje que no olvidará.

¿A que todos hemos tenido siempre la experiencia del profesor que llega al aula te ha soltado un rollo impresionante y no te has enterado de nada?

¿Te acuerdas hoy en día de qué tema hablaba ese profesor?

Y por otra parte…

¿Tienes alguna experiencia significativa de un aprendizaje que no se te haya olvidado en la vida? Por ejemplo ¿a qué lugares has viajado de pequeño? ¿a que puedes situarlos en el mapa? Y cuando te hicieron memorizar mapas sobre papel en geografía ¿te acuerdas? A esto es lo que nos referimos con aprender en la naturaleza.

Aprendiendo-en-la-naturaleza-con-Juan-Martín

Aprendiendo en la naturaleza con Juan Martín

Al niño no se le debería enseñar qué es una flor más que en el campo, haciendo que el niño observe la flor en el contexto de las demás flores, ramas, hojas, insectos… Que pueda tocarla, verla y olerla. Todo el aprendizaje del mundo sensorio-motor del niño debería ser entrenado en la realidad, en directo, y menos de las fotografías, los vídeos o los libros. Así, de manera natural, no lo olvidará nunca y, además, con ello construirá unos elementos sensoriales suficientemente sólidos con los que luego creará las ideas y constituirá el razonamiento humano.

A todo esto hay que añadir las emociones. Todo cuanto hay en el mundo, si resulta nuevo, diferente y sobresale de la monotonía es susceptible de despertar la curiosidad, uno de los ingredientes básicos de la emoción. La curiosidad es la llave que permite captar la atención, y con ella se ponen en marcha los mecanismos neuronales con los que se aprende y se memoriza.

Nadie puede aprender nada si no le motiva, le dice algo y posee algún significado que le interese emocionalmente. La motivación lleva a que se preste atención.

La neurociencia comienza a conocer los ingredientes de esos procesos que son la emoción, curiosidad, atención, percepción, conciencia, aprendizaje y memoria. Es por ello que evolucionamos en estos aspectos y cada vez se enseña más en la realidad del contexto.

RECUERDA: ¡Un niño motivado, es un niño feliz!